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Claveles en Febrero

Andrea.
Quise alegrarme con tu compañía, no me atreví a tocar tu puerta.
Te Amo y así será siempre.
Con O de Uvas.
P.D. Me voy como me dejaste, triste.


Dejé la nota debajo de su puerta y me fui, fue lo último que le escribí. Desde hace más de un año y un ciclo invernal que Andrea no me deja dormir. Tenía que hacerlo.

Son las ocho de la noche del trece de Febrero, la fecha me da un pretexto para ir a visitarla, para armarme de valor y volver a hablarle. Los chicos me han llamado hace unos días; después de un largo tiempo de no vernos hemos decidido salir y volver a las andadas. Llevo la vestimenta adecuada para la ocasión, el negro nos confunde con la oscuridad mientras damos misticismo a nuestro elegante grupo. Se llegan las nueve, no espero que estén temprano, son mis amigos por esos detalles. Cheko se ve muy emocionado, el amor llego a su alma. Edie está ansioso; yo estoy nervioso, hemos perdido algo de práctica al dejar pasar meses y años. El plan está listo, tenemos un itinerario de paradas establecidas, canciones y horarios fijos. En la madrugada del 14 inundaremos la ciudad con música y amor. Uno a uno llegan los demás. Nos saludamos, bromeamos como hace años; ocho almas entonamos y desafinamos al unísono de cada melodía en un improvisado y largo ensayo. Las once, alistamos guitarras, voces y autos, somos un grupo de jóvenes saliendo a la fresca noche de Febrero. Todos en el grupo tienen a su prospecto, sus amadas encantadas que esta noche serán sorprendidas. Yo aun no he decidido si ir a verla o no. Once con cuarenta, estamos estacionados a las afueras de una florería. Entramos y salimos abastecidos con ramos adornados de rosas rojas. Todos a excepción de Cheko y yo traen algún tipo de presente en las manos. -¿Qué le puedo dar que no me arroje a la cara? -Andrea, olvidarte me resulto complicado, mejor dicho imposible-. Sabía que tenía que dejarle, pero aun así seguía ahí. Era mi chica ideal y ella sabía que yo pude haber sido lo mismo. A pesar de eso ahora sale con un tipo demasiado tonto para ella. Dice que lo ama y disfruta estar con él, sin embargo ¿por qué no le creo?

Los claveles, esas flores son sus favoritas. -¿Cómo olvidarlo?-.  Si volvería a verla tenía que tener una buena defensa, convencí a mis amigos de conseguir un ramo de claveles para esta noche. Así que lo haré. Doce con treinta y cinco minutos, es la cuarta florería y no hay claveles, solo rosas. Al parecer son lo más buscado en esta fecha. -Pero a ella le gustan los claveles, tiene que haber alguno-. Tenemos que comenzar la misión, damos las primeras serenatas, Iván y Apolo se regocijan con la sonrisa de sus novias después del gallo de media noche. Llegamos a otra florería, más rosas, nada de claveles. Comienzo a creer que el destino conspira en mi contra. Cada serenata va de menos a más. Desafinamos de una manera que sería pecado querernos escuchar otra vez y aun así cada chica disfruta del momento con tanta emoción; el efecto sorpresa y el despertar a media noche ocultan relativamente nuestros errores musicales.

       Una de la madrugada, eres la siguiente; llevo nada en las manos, me trabo al hablar, no sé cómo tocar a tu puerta. Edie me da ánimos, Cheko, con guitarra en mano encabeza la formación hacia tu casa. Me armo de valor y caminó decididamente hacia el 1750 de la calle Armillita. Estoy a punto de marcarte cuando recuerdo que he borrado tu número de mi celular. No tengo idea de cómo avisarte de mi presencia que te espera afuera. Con la cabeza hecha un caos miro alrededor de la calle y cual amada coincidencia como la que una vez nos unió, dos casas a la izquierda, en un pequeño jardín tres claveles rojos me saludan. No lo puedo creer, tus flores preferidas, las que he buscado por media ciudad, están ahí. Ahora entiendo todo. Sin pensarlo dos veces doy la señal para iniciar el rasgueo de las guitarras. No necesito darte algo material que ves a diario, te daré mi amor que siempre fue tuyo, que te despierta y hoy con cada canción llenará tu corazón. Esperando la madrugada estoy, sales de tu habitación. Te ves cansada, sonríes, me abrazas. Te extraño, pero más por la madrugada. 
 
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