
Ingresaba a la Internet, en la muy famosa red social, a horas en las que sabía no la encontraría, sólo para ver su foto de perfil. Sus álbumes, muro, todo lo posible por ver. Si se llegaba a conectar o publicaba algo que diera señales de su presencia en algún lugar detrás de un computador escapaba al instante. No me permitiría que ella me encontrara en linea.
Hacía esto muy seguido. Siempre que la extrañaba. -Exacto- Todos los días. Me tome esa costumbre bastante en serio, incluso lo hacía automáticamente. Sin darme cuenta ya la observaba en píxeles moviendo el mouse con un solo click. Al menos no había llegado al extremo de hablarle borracho y permitirle que me mandará al carajo. Poco faltaba para eso.
La suerte nos abandona cuando más la necesitamos. La extrañaba en todos lados, en cada instante. Aun así no imaginaba el momento de volverla a ver. Por meses llevaba haciendo esta actividad a diario. -Deja de stalkearla- me decían. No hago tal cosa, solo mantengo la imagen linda de ella en mi mente. Conocía de memoria ya muchas de sus fotos, sabía con exactitud la pose y gestos que ponía en cada pick. Era mi álbum mental.
Cada momento de ocio era el mismo, verla, memorizar sus fotos, su sonrisa. Estaba totalmente desesperado, tenía que hacer algo. Mi hermana se burlaba de mi cada vez que me sorprendía admirando la belleza de ella a través de la laptop sobre mis piernas y mi baba cayendo sobre las teclas. Un día fue suficiente, no pude más, tomé mis armas: chamarra, celular, cartera y salí. No estaba muy seguro de lo que hacía. Me dirigí a su casa, no importaba que me recriminará o incluso que no abriera, tenía que verla en vivo y a todo color. Lo único importante era tener su rostro de nuevo.
Abrió la puerta, me miró sorprendida, como ver un espectro.
-¿Tan mal me veía?
Me invito a pasar, estaba sola. Ninguno de los dos sabía cómo empezar a charlar. La tenía frente a mi. Por vez primera en mucho tiempo podía oler su rica esencia y dejar de conformarme con el monitor de mi laptop.
Me repitió un par de veces lo sorprendida que estaba por verme, se acerco de golpe hacía mi, me levantó del sofá y me abrazó efusivamente. Podía sentir su calor inundándome el corazón. Después de tanto tiempo seguía siendo ella, la misma que conocí. Le dije que no tenía ni idea de cuánto la había extrañado, ella me dijo lo mismo. Estaba emocionada, no podía controlar su jubilo y se metió directo a la cocina en busca de una botella de vino para celebrar. Seguía siendo nuestra bebida favorita.
Volteo a la mesita que está en el centro de la estancia, sobre ella se encuentra el álbum secreto de sus mejores fotos. Las que nunca se subirán a la Internet. Algunas de ellas yo mismo las tomé con esa pequeña Sony ciber shot morada que tanto le gusta. Lo único que mi mente y cuerpo hicieron en ese momento fue dirigirme hacia ese objeto de recuerdos. Lo tomé con firmeza entre las manos y en un siguiente instante me encontraba corriendo entre calles como ladrón. No me importaba su enojo, sorpresa o reacción. Sabía que enojaría pero no importaba. Tenía el mejor botín, porque ya no le pertenecía a ella, sus fotos eran solo mías.
ami me pasa exactamente lo mismo :3
ResponderEliminarGracias por leerme =)
ResponderEliminarSuerte en tu situación.
Nos estamos leyendo, saludos.